Cuando el enemigo está en casa




En Ovalle -Región de Coquimbo- y con sólo 17 años, Cecilia supo lo que era ser agredida en su primer día de casada. Al mismo tiempo y mil quinientos kilómetros al sur, en Collipulli –Región de La Araucanía– Adriana de 28 años, ya era golpeada regularmente por su esposo.

Cecilia y Adriana nunca se conocieron pero ambas mujeres comparten en su historia el dolor de la violencia propinada por sus parejas, el peso social que significa ser una mujer maltratada, la pérdida de la autoestima y el derecho a ser dignificada como persona y por qué no decirlo: el dolor de ver como se repite su propia historia. Sus hijos son agresores y sus hijas son agredidas…

Han pasado, desde entonces, más de 40 años y Adriana sólo dejó de ser golpeada por el padre de sus 9 hijos a los 65 años -poco antes de morir de cáncer- y Cecilia, sólo lleva 2 años sin ser golpeada y abusada, tras 42 años de matrimonio.

Soy una regalona de Dios

Con un brillo en los ojos, dos marcas de quemadura en sus brazos y una sonrisa carmín pintada y que Cecilia aclara nunca haberlo hecho antes “porque para mi marido eso era de prostituta”, entra en una oficina cálida e íntima. A sus espaldas, un ventanal que permite el reflejo del sol en su rostro cansado y orgulloso de su nueva vida. Repite una y otra vez “supe lo que era ver la luz” (haciendo referencia a su llegada al Centro Liwen, perteneciente al municipio de La Serena y especializado en acoger a mujeres que sufren la violencia doméstica por parte de sus parejas).

Un traje de lino bien hecho de color beige, propio de una mujer experta en costura, unas alpargatas amarillas que hacían juego con uno de los detalles del estampado de su blusa, el pelo corto y canoso que refleja el pasar de los años y una mirada húmeda y melancólica del recuerdo, Cecilia se sienta y cuenta su dolor.

Me casé a los 17 años y con mi esposo nos fuimos a vivir al mineral… Mmmmmm ya sabes que allá son muy machistas y buenos para tomar los hombres, así que ahí empezaron los problemas, desde el día en que me casé -cuenta cabizbaja y con una mirada triste-.

Yo no estaba enamorada, ¡¡¡no sé lo que es estar enamorada!!! Y ya no lo estaré. A mi edad... ¡¡¡ Y el miedo, imagínate!!! Tengo 3 hijos, 8 nietos y aún no tengo bisnietos, jajjajajajaj pero ¿sabes? no quiero otro hombre en mi vida, quizá si fuera más joven. ¡¡¡ Llevo 42 años de casada y mi marido hace 2 que ya no me arremete. Desde que entré al centro!!! Eso sí, todavía me levanta la voz pero ahora, él sabe que yo tengo derechos y tengo donde ir, sabe que estoy informada.

Quería salir de la casa porque siempre me sentí una extraña. Usted sabe cómo era antes… ¡¡¡eso del amor no existía pues!!! Así que me casé y el primer día empezaron los problemas. El primer día... –evoca con lágrimas en los ojos y con una sonrisa al revés–.

Primero me tironeaba, luego vino el maltrato verbal y después llegaron los golpes. Caí en un pozo oscuro donde sufrí violencia psicológica, sexual, física, económica… Hace dos años y por mi hija que ahora tiene 40 años y que también es agredida por su esposo, supe de este centro. Yo le digo a ella que venga porque aquí yo vi la luz, por primera vez me trataron como ser humano y me di cuenta que no toda la gente era igual. “Soy una regalona de Dios”.

Entiendo que el proceso de mi hija es distinto al mío, pero yo le digo que venga al centro. Yo cambié y ahora no aguanto que mi marido me pegue, así que cuando me levanta la voz, yo lueguito le dejo las cosas claras y él se calla.

Cuando el miedo amenaza…

¡¡¡Estuve cuarenta años siendo abusada!!! Y nunca quise que mis hijos vieran mi sufrimiento, pero lo vieron… y mi hijo ahora es agresor y mi hija mayor sufre de maltrato ¡¡¡ psicológico sí, porque el marido nunca le ha pegado!!! acota resignada.

“Es un problema de él y mío. Él es su papá y tienen que quererlo mucho” les decía a mis hijos, yo no quería que ellos me vieran llorar… me acuerdo que trabajé de todo, de nana, costurera, garzona, ¿qué no hice para poder mantener la casa? ¡¡¡ Si mi marido se lo tomaba todo y necesitaba llenar la olla!!!
Yo no estaba nunca en la casa por eso y mi hijo de quince años, en ese tiempo, estaba metido en las drogas y me decía que yo lo tenía botado y por él volví a quedarme en la casa porque justo a mi marido le ofrecieron un trabajo en Ovalle –él es soldador- así que nos fuimos. Fue mi error más grande.

¡¡¡ Fui tantas veces a carabineros !!! Y me decían que saliera de la casa porque me volvería a pegar -recuerda con lágrimas en sus ojos-. Había un juez, que en paz descanse y que nunca olvidaré su nombre: el juez Alfredo Rojo y una vez me dijo “Pero si es su marido y usted tiene que quedarse con él. Quizá ¿qué le hizo usted?” y yo con mi marido ahí… ¡¡¡ Imagínate como se sintió él!!!

Cuando llegué a este centro hace 2 años… fui a denunciar a mi esposo y créeme que no podía entrar al tribunal de familia. Iba y me sentaba en las bancas del pasillo y recorría mi vida y me volvía a la casa sabiendo que me iba a pegar. ¡¡¡Me demoré cuatro días!!! Un día me dije “no puedo ir sola ¡¡¡por favor señor, acompáñame!!!” y lo hice... El miedo es lo peor.

Durmiendo con el enemigo

La familia puede definirse como un grupo social unido por vínculos de parentescos. Éstos pueden ser co-sanguíneos, de filiación o de matrimonio. Se es parte de una familia en la medida en que se es padre, madre, esposa, esposo, hijo, hija, abuela, abuelo… la familia socialmente, cumple un rol que tiene directa relación con la preservación de la vida humana, su desarrollo y bienestar.

La familia debe asegurar a sus integrantes, estabilidad emocional, social y económica, además de prodigar amor, cariño, respeto y protección. Sin embargo, esto no siempre es así. La violencia intrafamiliar, llamada también doméstica no es sólo un problema familiar, sino también social y como tal tiene efectos nefastos para las comunidades.

Por violencia intrafamiliar nos referimos a todas las situaciones de abuso de poder y maltrato hacia un miembro de la familia por parte de otro y se desarrolla en el contexto de las relaciones familiares. Estas agresiones ocasionan diversos niveles de daño a las víctimas de esos abusos. Puede manifestarse a través de golpes, insultos, manejo económico, amenazas, chantajes, control, abuso sexual, aislamiento de familiares y amistades, prohibiciones, abandono afectivo o humillaciones. Comúnmente, en las relaciones de abuso suelen encontrarse varios tipos de maltrato.

A la violencia hacia la pareja ejercida en el espacio doméstico se le denomina violencia doméstica o violencia conyugal debido a que ocurre al interior de la pareja y el maltrato físico es la forma más obvia de violencia doméstica. La intensidad puede variar desde lesiones como hematomas, quemaduras y fracturas causadas por empujones, bofetadas, puñetazos, patadas o golpes, hasta lesiones internas e incluso la muerte como en el caso de Claudia Vivaceta, una mujer de Tierras Blancas que “tras ingresar al centro se empoderó y en una pelea con su esposo, el tipo se descontroló y le dio 12 ó 13 puñaladas, frente al hijo de 3 años. En todo caso el tipo tenía un historial. Era un delincuente” dice la asistente social del Centro Liwen, Elsa López.

La violencia física no es la única forma de maltrato, también existen la violencia psicológica o emocional, que tiene como objetivo intimidar a la víctima que va sufriendo una progresiva debilitación psicológica y presenta cuadros depresivos que en su grado máximo pueden desembocar en el suicidio. El maltrato, el acoso, la manipulación, el abandono y el abuso sexual que, dentro de una relación de pareja se puede definir como la imposición de actos y la violación, son parte de la violencia doméstica.

Un problema cultural

La periodista Mónica Silva opina que los medios de comunicación tienen un rol fundamental a la hora de educar a la sociedad. El problema para ella, radica en que éstos no ayudan a crear filtros sobre lo que es fantasía y realidad, sobre lo bueno y lo malo. Es, entonces, cuando mucha gente asume como normal la violencia y el sexo mecanizado, una cultura de aceptación que carga, socialmente a la mujer.“Un problema social, una cultura de dependencia” sobre todo a nivel económico, agrega Elsa Lopez.

La aparición de la violencia intrafamiliar es compleja y multifactorial. Se relacionan con ella actitudes socioculturales como la desigualdad de género, las condiciones sociales, conflictos familiares, conyugales y los aspectos biográficos como la personalidad e historia de abusos en la familia de origen. “Muchas veces, en una pareja se acumulan tensiones que en algún momento explotan y después viene el arrepentimiento y una luna de miel. Es lo que conocemos como ciclo de la violencia”.

La violencia es utilizada como un instrumento de poder y dominio del fuerte frente al débil, del adulto frente al niño, del hombre frente a la mujer. La meta es ejercer control sobre la conducta del otro.

Patrones de la agresión

“Cuando no toma, está sano y bueno” decía Adriana llorando a su patrona, mientras le mostraba sus brazos morados a golpes. “Si no tomaba, no me pegaba” dice Cecilia con los ojos húmedos.

El consumo de alcohol y drogas incrementa la tensión, stress, inestabilidad y crisis económicas o afectivas en la personalidad del agresor. Generalmente, el victimario es un individuo sin trastornos psicopatológicos evidentes. La violencia emerge de una personalidad psicótica, perversa y neurótica y siempre va de menos a más, enfatiza la monitora del centro al que acudió Claudia, durante 2 meses, antes de ser asesinada por su esposo y frecuenta Cecilia, desde hace 2 años.

El factor que más se relaciona con las mujeres maltratadas y uno de los más vinculados con la aparición de conductas agresivas en el hombre hace referencia a las vivencias de violencia o la exposición a la misma durante la niñez o adolescencia, en sus respectivas familias de origen, ya sea como víctimas directas de maltrato o como testigos de actos violentos.

Elsa explica que Claudia fue asesinada en presencia del hijo de 3 años. “Él está bajo la custodia de sus abuelos maternos y bajo tratamiento porque un porcentaje importante de niños, vuelve a repetir los patrones culturales. Es un efecto psicológico muy grave”. La violencia puede transmitirse de una generación a otra al repetir modelos basados en pautas culturales que mantienen la desigualdad entre los géneros y la legitiman.

¡¡¡Somos desgraciadas. Asumimos la violencia como algo normal!!! Dice Cecilia.

Cifras del dolor

1 de cada 5 mujeres son violentadas por sus parejas en la IV región. La Serena lidera las estadísticas de violencia. Se concentra en el sector de Las Compañías, sin embargo después está Sindempart en Coquimbo, un sector de clase media. La violencia, entonces, no está asociada a un tema educacional o de recursos económicos, es un problema cultural.

Acá hemos atendido a esposas de médicos, jueces y funcionarios públicos. A la clase media y alta le cuesta reconocer el problema y pedir ayuda. Te diría que el miedo es la principal causa para no dejar de convivir con el agresor –cuenta Elsa, apoyando sus brazos sobre el mesón de madera en la sala de reuniones-. Sobre todo una dependencia económica, ¡¡¡esa es la peor de todas!!!

El 88% de las denuncias de violencia son contra las mujeres. Casi la mitad de las mujeres chilenas reconocen haber sufrido algún grado de violencia. Desde el año 2004 hasta ahora, más de 150 mujeres han sido asesinadas por su pareja o ex pareja. El 50% de las mujeres que denuncian, se retractan por temor o vergüenza. Tardan un promedio de 7 años antes de atreverse a denunciar y otras, nunca lo hacen. Son las estadísticas del Sernam 2006.

La nueva ley de violencia intrafamiliar (Ley Nº20.066) sanciona todo maltrato que afecte la vida o la integridad física y psíquica, cometida contra una persona con la que se mantiene o mantuvo una relación familiar. Tras ser recibida la denuncia, el Juez de Familia o el Fiscal deben velar por la víctima, especialmente si ésta tiene discapacidad o está embarazada. El agresor está obligado a salir del hogar común, no acercarse a la víctima y la prohibición de poseer armas. Si no cumple será condenado a 5 años de cárcel.

La ley agrava los delitos que constituyen violencia de carácter grave, las que pueden ser sancionadas con una condena perpetua para el agresor. Para los casos de violencia leve o moderada, los Tribunales de Familia son los encargados de jerarquizar y derivar los casos más graves a la fiscalía.

En busca de la dignidad

En todas las sociedades, las mujeres y las niñas son sometidas en mayor o menor grado a formas de violencia física, sexual y psicológica. Las prácticas culturales que perpetúan la situación social inferior de la mujer no hacen más que contribuir a esa violencia.

Una semana antes de ser asesinada, Claudia iniciaba los trámites para denunciar a su esposo. Su empoderamiento le costó la vida. A los 65 años Adriana dejó de ser agredida por su marido, después de 50 años de matrimonio. Cecilia, hoy, tiene su taller de costura y modas. Su sueño es ser monitora para la superación de la violencia intrafamiliar en mujeres agredidas.

Tres mujeres que nunca se conocieron. Tres historias que reflejan la realidad de casi la mitad de la población femenina en Chile. Una realidad violenta que quebranta y anula los derechos humanos y las libertades fundamentales de toda mujer.

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