El último eclipse que coincidió con el solsticio, fue visto por Galileo Galilei en 1554

Los eclipses lunares ocurren cuando la tierra se interpone entre la Luna, nuestro único satélite, y el Sol, la estrella más cercana. La sombra que se genera por esta alineación cósmica perfecta genera una capa rojiza sobre el satélite, debido a que la luz solar se refracta en la atmósfera terrestre y el polvo en suspensión presente, se refleja en la luna.

El último eclipse total de luna visto en Chile fue el 2007, pero el último eclipse lunar que coincide con un solsticio de verano fue hace 456 años atrás. En esa época, fue el padre de la Astronomía, Galileo Galilei, quien disfrutó de este bello espectáculo natural.

Casi 5 siglos después, el fenómeno se vuelve a repetir y se hace visible en todo Chile y parte de las islas del pacífico sur y América latina. El eclipse lunar comenzó a eso de las 3:30 de la madrugada y se prolongó hasta las 05:50 hora local en Chile continental, generando consigo, la noche más obscura y corta de los últimos 465 años.
Con dos antiguos amigos de la astronomía, Carlos y Jorge, fuimos a observar el fenómeno camino al Valle de Elqui. Allí se encuentran uno de los cielos más limpios del mundo. No por nada, el norte de Chile alberga más de 7 centros de observación científica y decenas de espacios dedicados a la observación para aficionados y desarrollar el turismo astronómico.

El momento nos permitió tomar fotografías de la luna con sus mares y sus polos de hielo, y esperar el eclipse, mientras observábamos con telescopio a Júpiter y cuatro de sus lunas: Io, Ganímides, Calixto y Europa.

Sólo la llegada de la nube costera, a la misma hora en que el eclipse de luna estaba cubriendo parte del satélite, vino a opacar el ansiado momento, pero contra el clima no se puede hacer nada. Lamentable que la nube costera típica de La Serena, que cubre con humedad gran parte del año a la ciudad de las playas y papayas, tuviera que deslizarse hacia el interior, sin disiparse.

Como recompensa a las horas de espera, se transformó en una velada preciosa, de observación con telescopio y astrofotografía, de entrevistas, amigos y un olor a campo delicioso que desconecta de la ciudad.

Por sobre todo, siempre estas instancias, me agradan porque me hacen retomar mis 22 años de aficionada a la astronomía, de los cuales, 15 de ellos me han permitido investigar sobre el tema, asistir a congresos, dar clases de astronomía básica, exponer en congresos, ser parte del equipo organizador de semanas y cursos de astronomía, y sobre todo, haber conocido a un grupo de jóvenes con los cuales ha nacido una bella amistad. Personas unidas por un solo fin: nuestro amor por el estudio y la divulgación del fenómeno en los cielos.

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