En un mundo globalizado,
tecnológico y cambiante, las empresas necesitan validarse en la comunidad donde
interactúan.
Los grupos de interés (stakeholders)
con los cuales se relacionan, tienen expectativas sociales, económicas y
medioambientales hacia ella y por ende, deben producir sustentablemente aportando
a la calidad de vida de los trabajadores y la comunidad local. Entonces, el
gran dilema al que se enfrenta una empresa es ¿cómo crecer de manera sostenible?
La Organización Mundial del
Trabajo (OMT) entiende que la RSE debe reflejar la manera en que las empresas
realizan sus actividades, así como de los principios por los que se rigen sus métodos
y procesos, voluntariamente.
Desde esta mirada, la RSE debiera
ser un eje estratégico en la Cultura Organizacional, respaldada por el Gobierno
Corporativo y alta gerencia. Si la entendemos como un modelo de gestión, es “una
manera de hacer las cosas” comprometidamente y por sobre el marco de la ley.
Vulnerabilidad ante crisis y agentes
externos e internos, obligan a las empresas no sólo a “parecer” sino también
“ser” entidades que produzcan bienes y/o servicios necesarios a la comunidad,
de manera sustentable. El aporte que hagan las empresas a través de la
Investigación y Desarrollo I+D vinculando a las comunidades y la academia es
una arista que puede ser potenciada con miras a mejorar la calidad de vida del
entorno y el país, por ejemplo.
Lo que se reconoce como buen
negocio para la empresa, debe ser validado como buen negocio para la sociedad. No
es menor la presión a las que está sometida una empresa en la era de la información
digitalizada, tecnológica y globalizada, donde el consumidor y potencial
cliente es muy exigente con ella y su(s) marca(s). Al público, hoy no sólo le
importa cuánto gana una empresa sino “cómo lo gana”.
Entonces, la RSE es un intangible
que otorga credibilidad y permite gestionar la buena reputación de una marca
y/o empresa. Es un valor que bien comunicado otorga ventaja competitiva y
aceptación por parte de sus stakeholders.
La RSE considera aspectos como la
ética, calidad de vida, marketing responsable, compromiso con la comunidad y
procesos amigables con el medio ambiente, utilizando para ello tecnologías
limpias, normativas medioambientales y desarrollando sistemas de gestión
basados en calidad y eficiencia.
Desde esta mirada, el valor de
una empresa radica en la riqueza y bienestar que genera en la comunidad donde
interviene o ejerce influencia. Esta es la base del triple Bottom Line, cuyos aspectos Socio-Económico-Ambiental deben equilibrarse
adecuadamente para generar un desarrollo sustentable y sostenible en el tiempo.
Las empresas modernas debiesen considerar
la RSE como un eje importante de la naturaleza corporativa, e invertir en
especialistas capaces de diseñar y ejecutar un plan con acciones debidamente identificadas
en diversas dimensiones y sobre todo, comunicadas de manera estratégica.
Sólo así, la RSE se podrá
transformar en un activo que agregue valor a la empresa, ventaja competitiva y traducida
en reputación corporativa, que es mucho más que la marca y no es lo mismo que
imagen. Sin embargo para el público, la imagen es la verdadera identidad y allí
radica el principal objetivo que persigue una empresa: credibilidad, la que se
manifiesta en mayores ventas y confianzas.
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