"Enfadarse
es fácil, pero enfadarse con la persona adecuada, en el momento oportuno, con
el propósito justo y de la forma correcta… no resulta sencillo” plasmaba
el filósofo griego Aristóteles en su libro Ética a Nicómaco el año 349 AC.
Sus
propuestas serían la base de lo que hoy entendemos como Inteligencia Emocional
(IE). Es decir, la capacidad de
controlar nuestras propias emociones e impulsos, la flexibilidad para
enfrentar los cambios y superar obstáculos, la prontitud para actuar ante una
necesidad o imprevisto, así como de la actitud positiva para superar los
problemas.
Aunque se ve fácil en el texto, claramente no
lo es. La autogestión de las emociones y sobre todo en situaciones de peligro o
complejas es una de las capacidades más dificiles a desarrollar por el ser
humano y es justamente, una de las cualidades que todo buen líder debe tener
intrínsecamente hablando.
Daniel Goleman, referente mundial
en este tema, explica que sin IE una persona puede tener el mejor
entrenamiento, el puesto más alto de la organización, el análisis más profundo,
grandes ideas y no ser un líder. El psicólogo y autor de una veintena de
libros, también explica que hay cinco aspectos esenciales de la IE que se
relacionan con el liderazgo: autoconciencia, autorregulación, motivación,
empatía y habilidades sociales.
Entonces ¿qué podrían tener en
común personajes históricos como Jesús, Barack Obama, Padre Hurtado, Mandela,
Luther King, John Kennedy o Diana de Gales?
Todas estas importantes figuras
han sido capaces de persuadir, comunicar, dirigir, influenciar, inspirar y
persistir. Y es que NO hay líder sin seguidores, NO hay influencia sin
persuasión y NO hay confianza sin ejercer el liderazgo.
Pero, ¿qué es liderazgo? un concepto
mitificado por frases como “los líderes nacen, no se hacen”, “los líderes son
carismáticos” o “los líderes sólo están en la cima de la organización”… nada
más errado.
Para Goleman, liderazgo es “el arte de
la persuasión hacia los demás para motivarlos hacia el logro de un objetivo
común” y como requisito está el autoconocimiento
de las propias emociones, autoconfianza y valoración de uno mismo, así también
como de la comunicación asertiva, el respeto a la diversidad y establecer redes.
Es decir, trabajar en la IE implica mejorar las habilidades de liderazgo.
Oratoria, motivación, confianza,
credibilidad, persuasión, empatía, gestión de equipos son parte de las
habilidades que debe demostrar un líder. Además, debe transmitir convicción. Un
“buen líder” sabe reconocer los puntos fuertes y débiles de quien tiene al
frente, es capaz de mejorar las debilidades y fortalecer las habilidades; no se
hace respetar por el miedo, imposición o el cargo que ocupa, sino por la
admiración y el respeto que ejerce porque es consecuente entre lo que dice,
hace y promete.
A esto, sumemos carisma y
habilidades para comunicar y esto último no es quien sepa explicar algo o ser
un buen orador. Tener habilidades para comunicar implica saber escuchar,
empatizar, no descalificar al adversario, respetar las diferencias y argumentar
fundamentos sin ofender.
Sus
cualidades como líder le harán tener una actitud humilde y esto es el valor más
importante que todo buen líder debe poseer. Lo opuesto es la arrogancia y la
mejor estrategia siempre será tener una actitud franca, escucha activa de hábil
comunicador y por sobre todas las cosas, una comunicación no verbal consecuente
y coherente con el mensaje.
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